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Análisis de Kapital: Sparks of Revolution

Si hay un subgénero dentro de los juegos de estrategia que más ha crecido (o renacido) en los últimos años, es sin duda el de los city builders, o “constructores de ciudades”. Y ha sido gracias a títulos indies como Frostpunk o Banished, a través de una excelente narrativa y majestuosa ambientación, y mediante una dificultad endiablada y compatibilidad con infinidad de mods respectivamente. Eso, por supuesto, ha provocado la aparición de numerosas copias que con mayor o menor éxito han buscado igualar o mejorar estos títulos. Kapital: Sparks of Revolution es uno de ellos. Desarrollado por el equipo indie bielorruso Lapovich Team, y publicado por la conocida distribuidora rusa 1C Entertainment, este título busca dar su vuelta de tuerca a este género tan popular recientemente obteniendo su principal fuente de inspiración en Frostpunk.

Al igual que en el susodicho juego, seremos los encargados de desarrollar y mantener una ciudad a través de sus numerosas penurias. Dicha ciudad, que se encuentra en una Europa ficticia a finales del siglo XIX, se encuentra devastada por una reciente guerra. Y el nuestro ha sido el bando perdedor. Así que tras la caída del Imperio, sin ayuda externa alguna y con refugiados viniendo cada día, toca ponerse a reconstruir. Como alcalde de esta ciudad en ruinas, no tendremos las cosas fáciles. Toca recoger escombros, dar hogar y comida a la población, y reactivar la economía. Pero todo esto no será ni de lejos nuestro principal desafío. Pues a pesar del fantasma de la guerra, sigue siendo una ciudad de su época y sociedad, con todo lo que conlleva.

Quitando la alcaldía, el resto de la ciudad al principio de la campaña ha visto mejores tiempos.
Quitando la alcaldía, el resto de la ciudad al principio de la campaña ha visto mejores tiempos.

Guerra de clases

El gran desafío en Kapital: Sparks of Revolution será mantener el orden y el equilibrio entre las tres clases sociales que componen nuestra ciudad. Lo cual, por supuesto, no será tarea sencilla teniendo en cuenta que cada estrato tiene sus propios intereses. Por un lado tendremos a la nobleza, altiva y exigente, que serán los encargados de manejar nuestra burocracia y fuerzas de seguridad. En medio del pastel tendremos a los burgueses, ambiciosos y emprendedores, que se encargarán de los negocios y servicios de la ciudad. Y por último el proletariado, la sufrida clase trabajadora que laborarán sin descanso en nuestras fábricas. Todos ellos con sus necesidades y exigencias, que en muchos casos estarán opuestas entre sí. Y por si fuera poco, no podemos olvidarnos de mantener la ciudad suministrada de los recursos básicos necesarios, como el grano, la madera o el hierro.

Si el descontento de una clase es demasiado alto, sus integrantes pueden organizar una revuelta que rápidamente puede convertirse en toda una revolución. Para ello habremos de controlar la felicidad (y lealtad) de nuestra gente a través de todos los métodos a nuestros alcance. Desde organizar una campaña de propaganda hasta mandar a nuestra policía secreta arrestar miembros de grupos radicales. Todo lo que sea necesario para no ver nuestra ciudad arder en las llamas de la revolución. Aparte, a más lealtad en un estamento, mayor probabilidad tendremos de recibir distintas bonificaciones por parte de las gentes de esa clase. Pero no estaremos solos, pues un elenco de personajes nos asesorarán a lo largo de la campaña. Representantes de los distintos estamentos y consejeros varios que nos irán mandando misiones a realizar y que formarán parte de la historia del juego.

No estaremos solos en Kapital, pues contaremos con la ayuda de variopintos personajes

El peso de la ciudad

Aparte organizar las tareas de reconstrucción, también tendremos que encargarnos de toda una variedad de eventos que nos irán saliendo con el tiempo. Dichos eventos pueden ser desde organizar una batida policial contra bandidos, a reparar las vías del tren que casi se descarrila. También surgirán discusiones entre miembros de las distintas clases que tendremos que resolver a favor de uno u otro bando. Por supuesto, ganaremos el beneplácito de la clase a la cual fallemos a favor, y perderemos el cariño de la clase perjudicada. Mediante la Academia podremos investigar nuevas tecnologías, gracias a las cuales podremos desbloquear nuevos edificios o mejorar el rendimiento de los que ya tenemos. Y en el Consejo de la Ciudad iremos proclamando ordenanzas municipales, al principio muy genéricas como permitir los turnos extendidos, a edictos avanzados que beneficiarán a uno u otro estamento.

Podremos intentar mantener el equilibrio entre ellos durante la mayor parte de la campaña, pero al final tarde o temprano tendremos que elegir un sistema de gobierno establecido por una de las clases, y será la formación de ese nuevo estado la culminación de la campaña. Hablando de la campaña, que es un modo relativamente lineal que nos servirá como tutorial, también tenemos un modo sandbox el cual podremos modificar ciertos parámetros a nuestro gusto. El mapa es exactamente el mismo que el de la campaña, eso si. Esto hace que el juego no sea exactamente rejugable, a menos que queramos ver los tres finales disponibles, en cuyo caso es mejor hacer un guardado justo antes de tomar la decisión final para ahorrar tiempo.

Elegir si iniciamos una investigación policial, y la prioridad de dicha investigación, será una de muchas elecciones que tengamos que hacer en estos eventos

Viviendo en la pobreza

Gráficamente el juego cuenta con unos sprites de calidad más que decente, y tanto los eventos como los diálogos están acompañados de unas preciosas ilustraciones. Por desgracia, nuestros ciudadanos están realizados en un 3D bastante pobre, con una serie de animaciones bastante limitada. Quitando el humo de las fábricas y las luces que se encienden por las noches, los edificios carecen de animaciones, lo cual hace que la ciudad se sienta sin mucha vida. La interfaz es decente, y agradable a la vista, aunque queda lejos en cuanto a usabilidad comparado con otros juegos de su género. Uno de sus problemas es el tamaño de la fuente, demasiado pequeño en la mayoría de los menús.

La banda sonora es efectista, con unos temas que nos evocan la época en la que tiene lugar el juego, aunque su variedad es un tanto limitada y su uso no es constante. Durante buena parte de nuestro tiempo de juego estaremos en completo silencio, exceptuando los avisos de eventos que nos vayan llegando. La campaña tiene una duración aproximada de entre 6 y 8 horas, aunque tiende a volverse repetitiva muy rápidamente. Al fin y al cabo, la jugabilidad de Kapital consiste en plantar edificios, resolver eventos y esperar innumerables horas a poder proclamar alguna ley o empezar a desarrollar alguna tecnología. Y aún con la posibilidad de acelerar el tiempo, son muchos los minutos que pasaremos haciendo nada excepto contemplar nuestra ciudad.

Y este es el resultado de una serie de malas decisiones

¿Quién quiere trabajar?

Como nos podremos imaginar en un juego de presupuesto mas bien limitado, nos encontramos sin doblaje de ningún tipo. Y lo que es peor, sin traducción alguna al castellano. Lo cual, en un juego con una cantidad de texto bastante impresionante como es Kapital, resulta bastante lamentable. Esperamos que en un futuro, y si el juego tiene cierto éxito comercial, saquen algún parche que lo traduzca a nuestra lengua. Dicho limitado presupuesto también se ha notado a la hora de testear y parchear el juego, pues contiene una cantidad bastante alta de bugs, glitches, e incluso algún crasheo que otro. Es un juego francamente inestable, hasta con errores de corrupción de archivos. Los desarrolladores están sacando parches con frecuencia, ajustando el juego y arreglando bugs. Pero aún con esas, el juego sigue a medio hacer.

Esto nos lleva a otro de los grandes problemas de Kapital: el ritmo. Es un juego LENTO, desde las construcciones hasta las investigaciones pasando por la producción de recursos. La ya mencionada posibilidad de acelerar el tiempo ayuda, pero no lo suficiente como para que el aburrimiento aparezca con rapidez. Y la presencia de eventos aleatorios no es suficiente para romper el tedio. Son MUCHOS los minutos que hay que esperar antes de ejecutar muchas de las acciones, como si fuera un juego de móvil pero sin la posibilidad de pagar por saltarnos los tiempos de espera.

La cantidad de tiempo y recursos a invertir en Kapital es sumamente excesiva

Conclusión

Kapital: Sparks of Revolution es un juego con una inspiración clara, pero queda muy lejos de la calidad de dicha inspiración. Es más, queda lejos de los estándares de calidad del género en sí. Su ambientación y narrativa se quedan muy cortas a la hora de mantener una jugabilidad lenta y repetitiva, y los bugs y glitches terminan de hundirla. Quizás, por el ritmo de parches que está sacando la desarrolladora, se vaya mejorando ciertos aspectos jugables y se vayan arreglando los bugs. Pero ya de base es un juego que no satisfará a los fans del género, y definitivamente no es una opción recomendable para cualquiera que quiera iniciarse en los city builders.

 

[review_summary positive_heading=”Lo bueno” positives=”Sprites e ilustraciones de calidad
Jugabilidad versátil y con posibilidades
Banda sonora inmersiva” negative_heading=”Lo malo” negatives=”Repetitivo y lento
Sin traducción al castellano
Nefasto nivel técnico en cuanto a bugs y crasheos
Interfaz mejorable”]
Jugabilidad
5.0

Gráficos/Diseño artístico
7.0

Banda sonora/sonidos y efectos
6.5

Duración
6.0
[/review_summary]
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